Situadas a 120km del centro de Santiago, las ciudades de Valparaíso y Viña del Mar figuran entre los principales destinos turísticos de Chile. Ambas están en la costa del océano Pacífico, las dos tienen más o menos la misma población (alrededor de 300 mil cada una) y ahí terminan las similitudes entre ellas. Aunque las dos ciudades sean adyacentes y una distancia de sólo 8km separe sus áreas centrales, cada ciudad vibra a su propio ritmo.
Por un lado, Valparaíso es concurrida gracias a su comercio popular, los mercados y las instituciones burocráticas inherentes a una capital regional (el Congreso Nacional aún sigue aquí, recordando los días en que esta fue la capital nacional). La vida en Valparaíso gira sobre su propio y a veces caótico microcosmos, el cual consiste de un constante movimiento de micros (mini buses responsables del transporte urbano e intra-provincial), colectivos (taxis compartidos que siguen rutas preestablecidas), trolleys (buses conectados a la red eléctrica), estudiantes, turistas, vendedores ambulantes y perros. Sí, los perros: nunca conseguí datos concretos acerca de la densidad de la población canina en Chile, pero es bastante alta. En Valparaíso, entonces, son una presencia constante y agradable en el paisaje urbano.
Sin embargo, incluso entre los amantes de los animales, son pocos los que vienen a Valparaíso para vislumbrar sus cientos de perros callejeros. La Perla del Pacífico, como se conoce cariñosamente a la ciudad, cautiva a sus visitantes principalmente por cómo el desarrollo urbano se hizo cargo de las colinas alrededor de su centro. Ninguna visita a esta ciudad podría estar completa sin un paseo por los Cerros Alegre y Concepción, recorriendo los miradores de los Paseos Gervasoni y Yugoslavo, admirando la centenaria arquitectura de sus calles y tomándose un tiempo para disfrutar de un buen desayuno, almuerzo o cena en uno de sus restaurantes. Estos cerros son fácilmente accesibles por los ascensores Concepción y Reina Victoria. Los ascensores de Valparaíso son, por cierto, atractivos en sí mismos, y aunque sigan sirviendo como un medio de transporte regular entre la parte baja (plano) y los diversos cerros de la ciudad, son una oportunidad de viajar atrás en el tiempo y disfrutar de excelentes vistas de la ciudad y la bahía de Valparaíso en el camino.
Para vistas espectaculares de la ciudad y de la bahía se puede tomar el ascensor Artillería, cerca del puerto, que también da acceso al Museo Naval y Marítimo, o el ascensor Barón, en el extremo este de la ciudad. Una visión más amplia, aunque no tan impresionante, también puede ser obtenida a partir de La Sebastiana, una de las tres casas del poeta Pablo Neruda (las otras son Isla Negra, en San Antonio, y La Chascona, en Santiago). La casa-museo vale una visita para admirar su decoración y algo del estilo de vida del premio Nobel de literatura. No muy lejos de La Sebastiana, hacia el centro, está otro hermoso atractivo de la ciudad: el Museo a Cielo Abierto. En un camino recorrido en menos de una hora pasando por varios tramos de escaleras, se pueden admirar 20 murales pintados en las paredes y muros de ese sector del Cerro Bellavista. Además de los murales, la arquitectura y el diseño de las casas y las vistas panorámicas también llaman la atención.
La cercana Viña del Mar, a su vez, sigue un ritmo más lento, al menos entre marzo y diciembre. Las avenidas Marina, Perú, San Martín y Borgoño, que forman el tramo principal de la costanera, están bien cuidadas y en general son bastante amigables con los peatones y ciclistas. Las calles y avenidas principales de la ciudad, periódicamente decoradas, le ganaron a Viña el apodo de Ciudad Jardín. La principal postal de la ciudad, por cierto, es precisamente el reloj de flores, que se encuentra en la base sur de Cerro Castillo, cerca del hotel Sheraton Miramar. Entre los otros atractivos de la ciudad, merece ser mencionado el Museo Fonck: en su jardín al aire libre hay un moai de la Isla de Pascua. Este es el único lugar, además del Museo Británico de Londres, donde se puede ver un auténtico moai fuera de la isla.
Si bien es cierto que durante la mayor parte del año, Viña del Mar es una ciudad tranquila teniendo en cuenta su tamaño, entre la semana de Año Nuevo y el final del mes de febrero las cosas cambian por completo. Con la invasión de cientos de miles de turistas, en su mayoría provenientes de Santiago, pero con una considerable participación de argentinos y chilenos de otras regiones, Viña del Mar se convierte en la capital nacional del verano. El balneario de Reñaca, a 6km de la zona central de Viña, es el más activo en esta época del año y las veredas de su avenida costanera, así como la franja de arena de la playa son bastante disputados. El auge de la temporada se produce en la segunda quincena de febrero, cuando Viña del Mar celebra su Festival Internacional de la Canción, que hace décadas pone la ciudad en destaque en el calendario de eventos de América Latina. Durante esa semana, Viña del Mar se convierte en punto de paso obligatorio de todos los famosos, o aquellos que desean serlo, en el país.
Debido a que la región no tiene un aeropuerto comercial activo, la forma más práctica para llegar a Viña del Mar o Valparaíso es a través del aeropuerto internacional de Santiago, ubicado a unos 110km desde el centro de ambas las ciudades. El Valle de Casablanca es una excelente parada en el camino, sobre todo para aquellos interesados en aprender más sobre la riqueza de los vinos chilenos. Continuando la exploración del país, la ciudad de La Serena, puerta de entrada al Valle del Elqui, está a 430km al norte de Viña del Mar.
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